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Davos. El nombre lo dice todo: es un pueblito alpino, pero a la vez un evento y un símbolo que despierta pasiones. Davos es sede el evento anual más importante del Foro Económico Mundial, que reúne bajo el mismo techo a millonarios, políticos, empresarios y pensadores.

En mi experiencia, estos últimos son los personajes más interesantes del foro, pues creo que Davos es, ante todo, una incubadora de ideas. De hecho, me atrevo a decir que es la incubadora de ideas por excelencia. Por eso, como amante de las ideas, comparto las que fueron, desde mi punto de vista, las grandes ideas que dominaron la conversación de este año:

Economía narrativa

Una noche asistí a una cena con los economistas más influyentes de la actualidad, mis expectativas eran bajas, esperaba que siguieran el guión y fueran cautos en sus comentarios. Afortunadamente estaba equivocada.

Compartí la mesa con Robert Shiller, ganador del premio Nobel, un visionario que escribió acerca de burbujas en los mercados de valores antes de que éstas sucedieran.

Aquella velada Shiller decidió compartir una idea que lo obsesiona: el poder de la narrativa para impulsar el comportamiento humano. “La mayoría de la gente piensa a través de historias, pero los economistas somos terribles con la narrativa”, dijo.

Shiller dice que los mismos modelos epidémicos que rastrean la propagación de un virus se pueden usar para describir la transmisión verbal de una idea. Algunas ideas, por supuesto, son geniales y deben compartirse. Pero otras, una vez que se vuelven virales, pueden tener un impacto perjudicial en la economía.

En una recesión, por ejemplo, muchas personas deciden gastar menos, o posponer el inicio de un nuevo negocio. Podrían tomar cualquiera de estas decisiones en reacción a la recesión en sí misma (es decir, la retroalimentación), pero para comprender una recesión necesitamos más que una teoría de la retroalimentación. Tenemos que considerar la posibilidad de que a veces la razón dominante por la que una recesión es grave son las historias que dominan, no la retroalimentación puramente económica.

Shiller explicó que las narraciones virales extendieron la profundidad de la Gran Depresión en la década de 1930. El primer domingo después del desplome del mercado de valores de octubre de 1929, los líderes religiosos de la época usaron sus sermones para atribuir el declive del mercado a los “excesos morales y espirituales” de la década de 1920. Los sermones fueron el tema de portada de los diarios del lunes. A medida que las personas redujeron drásticamente sus gastos, las empresas fracasaron.

Las narrativas se vuelven virales y se propagan por el mundo con un impacto económico. Y si  la era de las “fake news” nos ha enseñado algo, es que una historia no debe ser real para volverse viral.

Macrofinanzas

La primera ocasión que escuché la palabra macrofinanzas en Davos pensé que había escuchado mal, o que mi inglés estaba fallando. Pero no, ya que el enfoque del foro de este año fue reformular la “arquitectura global”, las macrofinanzas fueron un término recurrente.

Ésta nueva forma de conceptualizar la economía se refiere a la intersección entre macroeconomía y las finanzas, y atiende a la realidad de que en la economía global hay corporativos que tienen más peso que muchos países.

Los estudiosos de las macrofinanzas no sólo se interesan por saber cuál será el próximo país cuya economía entrará en crisis, su interés es identificar qué firma será el Lehman Brothers que desencadenará la siguiente crisis global.

Por ejemplo, un tema común entre los estudiosos de las macrofinanzas es cómo el sector financiero interactúa con la economía real.

Este año veremos si el término macrofinanzas llegó para quedarse, si es una moda pasajera y si auténticamente ayudó a identificar al Lehman Brothers de la próxima crisis económica global.

CEOs activistas

Un tema popular en las conversaciones, tanto en los pasillos como en sesiones formales y desde luego en el “piano bar” (el punto de encuentro de los asistentes más noctámbulos) fue en qué medida los corporativos deben ser vocales en su desacuerdo con el gobierno. Es decir, cuando una política pública afecta al negocio ¿el CEO debería alzar la voz o quedarse callado? Es lo que en el argot de Davos se llama el “activismo de CEOs”.

El tema no es nuevo, pero con tantos CEOs globales bajo el mismo techo, era inevitable que el tema surgiera en la conversación.

Un punto pivotal en el involucramiento de los CEOs en el activismo sucedió en 2015 en Estados Unidos cuando el estado de Indiana aprobó la Ley de Restauración de la Libertad Religiosa (RFRA), que permitía a las empresas citar la libertad religiosa como una razón defendible para negar el servicio a un cliente. Los críticos argumentaron que la ley otorgaba permiso a las empresas para discriminar a los clientes de la comunidad LGBT.

En protesta, el CEO de Apple, Tim Cook, publicó un artículo en el Washington Post para oponerse a la legislación. Bill Oesterle, entonces CEO del sitio Angie’s List, canceló una millonaria inversión para ampliar la sede de la empresa en Indianápolis. Y el gerente general de Salesforce.com, Marc Benioff, anunció en Twitter que cancelaría la participación de sus empleados en eventos en Indiana.

Los CEOs activistas lograron su cometido, una semana después de la aprobación de la ley, el gobernador de Indiana firmó una versión revisada para garantizar que ésta no fuera pretexto para la discriminación.

Una semana antes del Foro Económico Mundial la agencia global de relaciones públicas Weber Shandwick y KRC Research publicaron un estudio para el cual encuestaron a 1,050 ejecutivos senior en 21 países.

El 46% de los encuestados se expresaron a favor de que las empresas hablen sobre temas como el cambio climático, el control de armas, la inmigración y los derechos LGBT.  En el caso de los CEOs de firmas globales la cifra fue aún mayor, 63% dijo tener la responsabilidad de tomar una posición pública en esos temas.

La inteligencia artificial vista desde China

Los dos temas que acapararon la agenda de este año fueron China y la inteligencia artificial (IA). Por un lado, hubo 11 sesiones públicas sobre IA, más que de cualquier otro tema.  Por otro lado, el gobierno de China mostró un gran músculo al llevar a gran parte del gabinete estratégico (incluido el vicepresidente Wang Qishan) y ofrecer fastuosas recepciones. Además, Jack Ma, el carismático fundador del gigante tecnológico Alibaba, no paró de tener encuentros privados con todos los grupos estratégicos del foro, entre ellos los Global Shapers, comunidad a la cual pertenezco.

Sin embargo, lo realmente interesante sucede en la intersección de los dos temas: China y la IA.

PwC dio a conocer durante el WEF su Encuesta Anual Global en la que participaron cerca de 1,400 CEOs.

Cuando recibí el reporte de inmediato salté a la parte que describe las percepciones en torno al impacto que la IA tendrá el trabajo. A nivel global, 49% de los CEOs encuestados piensa que la IA eliminará más empleos de los que puede crear, mientras que 41% cree que se producirá el efecto contrario.

Sin embargo, los CEOs de China piensan diferente. El 88% de los CEOs del gigante asiático creen que la IA desplazará más empleos de los que generará. 60% de los CEOs de Asia-Pacífico comparten la opinión.

Los CEOs de América Latina mostraron un poco más de optimismo, solo 51% consideró que la IA generará desempleo tecnológico.

Ya veremos si es cuestión de optimismo o falta de información. Mientras tanto, el 2019 pondrá a prueba al Foro Económico Mundial como la gran incubadora de ideas y veremos qué conceptos pasan del mundo de las ideas al mundo real.


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